miércoles, 2 de diciembre de 2009

NUESTRO SITIO

El votante en un pais más o menos democrático siempre ha tenido dos opciones claramente diferenciadas: izquierda y derecha; luego aparecieron los verdes (generalmente de izquierdas, al menos en este pais), y últimamente tenemos los nacionalistas, producto típico de aquí, que no son de unos ni de otros, sino que son suyos, exclusivamente suyos pero eso sí, mamando de los demás no importa de quién, del que gobierne, sea quien sea, sin importarles el pais que parasitan ni sus gentes. (Este es un asunto que hoy aquí no cabe así es que, dejémoslo. Volveremos).
¿Y nosotros? Dice nuestro Manifiesto Fundacional (el de upd) que somos progresistas y demócratas (claro, no hay más que leer cómo nos llamamos). Dice nuestra Presidenta que somos un partido transversal, que es una forma elegante de decir que somos de izquierdas en algunos conceptos y de derechas en otros, rechazando el resto de los dos y aportando nuestras propias ideas que no son de nadie más que nuestras, como ahora veremos. Y cuando hablo de conceptos, me estoy refiriendo exactamente a eso, a conceptos y en ningún caso a actitudes, porque visto el ejemplo que están dando los grandes, creo que tenemos bastante con sentir la vergüenza ajena que nos sonroja, por supuesto a los que todavía vamos por la vida con nuestros valores como mejores compañeros. ¿Otra vez? Pues si, ya veis.
Creo recordar (o no, porque ya sabéis que de memoria ando algo escaso) que he dicho antes que a los ciudadanos de aquí (no se en otros paises) se nos está desdibujando la frontera entre lo que está bien y lo que no, y un buen ejemplo para corroborar esto es pararnos a pensar un par de minutos en el afloramiento de la corrupción de los que arriba he llamado grandes. Generalizada, por mucho que se empeñen en negarlo y catalogarla de puntual. De puntual, nada. Aquí, quien más quien menos, trinca lo que puede.
Estaba ahí, delante de nuestras narices y nosotros tan confiados. Pues si nos centramos en la corrupción municipal que es la más abundante, resulta que cada vez que se abre la puerta de un ayuntamiento (con Sitel o no, soviético él), emana un efluvio apestoso que ríete tú del mal olor de Dinamarca. De momento son pocos, pero esperad y veréis.
A lo que nos ocupa. Vemos en televisión que unos quitan a otros, que se ponen ellos (me importa a mi lo que piensen estos paletos) (traiciones de gentes sin ética, tanto que un concejal se ha cargado a su alcalde para ponerse él), se descubre un asunto de recalificación de suelo, se acusa a un alcalde (también a una alcaldesa, querida Bibiana), a un concejal, a un político, vaya. Y la pelota crece, y cada vez hay más, y lo vemos todos los días.
Al final va a ocurrir que nos acostumbraremos a ello, y como vemos que en muchas ocasiones no ocurre nada, que los jueces no actúan, si esta situación continúa empezaremos a pensar que es normal que un político robe. Y ya está. Habremos descendido un escalón más en nuestro camino hacia la degradación moral. Y esto sí que es triste, porque somos nosotros, los ciudadanos.
Y volviendo al título, esto lo estoy escribiendo para definir un lugar, nuestro lugar, donde ubicarnos para que sepáis qué es lo que votáis los que nos veáis como una opción.
Nuestro sitio no es la izquierda ni la derecha. Entonces seremos el centro, que es lo único que queda. Pues no. Aunque podamos parecerlo, ni somos el centro ni lo pretendemos. Somos algo diferente. Nuestro sitio es cualquiera donde se defiendan los valores, los verdaderos valores, donde se defienda la democracia, la verdadera democracia, donde se defienda la independencia de la justicia, la verdadera independencia de la justicia, donde se defienda el progresismo, el verdadero progresismo como (y esto no es de mi cosecha, es copia literal de nuestro Manifiesto) elemento de lucha contra las tiranías que pisotean la democracia formal, así como contra la miseria y la ignorancia que imposibilitan la democracia material y, sobre todo, donde se defienda la libertad, la verdadera libertad, esa que tanto odian los socialistas e ignoran las gentes del partido de la derecha. Nuestro sitio es ese. Lo que defendemos hoy no lo defiende nadie. Nadie más que nosotros. Y si albergáis sentimientos similares a los nuestros, ya sabéis dónde estamos. No nos vamos a mover nunca. No vamos a cambiar nunca. Siempre estaremos en el mismo sitio. Aquí.


Noviembre-2009
Diógenes

miércoles, 21 de octubre de 2009

ES MI DERECHO. SOY SOCIALISTA

Nadie es demócrata excepto yo. Claro. Soy socialista.
Solamente yo defiendo la libertad, los demás, no. Por supuesto. Soy socialista.
Utilizo con profusión la más indecente demagogia. Es mi derecho. Soy socialista.
No soy progresista, soy progre, que para mi es lo mismo.Lo primero no se lo que es. Es que soy socialista.
La esencia de la democracia no me importa absolutamente nada. Así es. Soy socialista.
El pueblo me importa menos todavía. Natural. Soy socialista.
Uso los poderes del Estado para mi propio interés y de nadie más. Es mi derecho. Soy socialista.
La Fiscalía es mía. Está a mi exclusivo servicio. Es mi derecho. Soy socialista.
Practico el sano ejercicio del trinque. Es mi derecho. Soy socialista.
Aplico la Ley cuando me interesa. Claro, soy socialista.
Me salto la Ley cuando no me interesa. Igual de claro. Es mi derecho. Soy socialista.
Modifico la Ley si es conveniente para mis intereses. Tan claro como lo otro. Es mi derecho. Soy socialista.
He matado a Montesquieu. Es mi derecho. Soy socialista.
He destruido completamente la independencia del Poder Judicial. Es mi derecho. Soy socialista.
Acuso a los demás de los pecados que constantemente cometo. Es mi derecho. Soy socialista.
Me alío con quien sea (hasta con la mismísima ETA si hace falta) para conservar el poder. Es mi derecho. Soy socialista.
Miento más que hablo. Es mi derecho. Soy socialista.
Miento sin parar. Es mi derecho. Soy socialista.
Miento a mogollón. Es mi derecho. Soy socialista.
¿Soy mentiroso? No. Eso lo son los demás y España no merece un gobierno que mienta. Yo soy socialista.
Destruyo la unidad territorial del pais. Es mi derecho. Soy socialista.
Destruyo la unidad lingüística del pais. Es mi derecho. Soy socialista.
Voy a ampliar el PER andaluz a todo el territorio nacional. Es mi derecho. Soy socialista.
Modificaré la Ley para que los inmigrantes puedan votarme en elecciones generales. Es mi derecho. Soy socialista.
Estoy creando un Estado policial de escuchas telefónicas sin libertad ni democracia. Es mi derecho. Soy socialista.
Puedo hacer lo que me de la real gana. Es mi derecho. Soy socialista.

Tengo derecho a todo. Soy socialista








Soy demócrata sin que me vaya la vida en ello. Claro. Soy de derechas.
Defiendo la libertad en mis discursos, y ya es bastante. Es mi opción. Soy de derechas.
He contribuido al entierro de Montesquieu. ¿Y por qué no? Es mi opción. Soy de derechas.
Nunca lo he querido desenterrar. Ahora tampoco. Es mi opción. Soy de derechas.
A veces, también trinco. Menos que otros, pero trinco. Es mi oportunidad. Soy de derechas.
El pueblo tampoco ocupa un lugar preferente en mi pensamiento. Es mi opción. Soy de derechas.
Defiendo fervorosamente el bipartidismo, aunque contribuya a destruir la democracia. Es mi opción. Soy de derechas.
No lucho ferozmente contra los nacionalismos radicales. Es mi opción. Soy de derechas.
No me opongo frontalmente a los excesos del Gobierno. Es mi opción. Soy de derechas.
No me opongo a casi nada. Es mi opción. Soy de derechas.
Tengo complejo de derechas. Natural. Soy de derechas.








Si se tiene libertad, no se nota. Si no se tiene, se acaba la vida. Es lo que siento. Soy de UPyD.
La democracia no es crear una dictadura parlamentaria. Es mi sentimiento. Soy de UPyD.
Democracia es una labor común, de todos, para elevar el nivel social, ético, moral y económico de los españoles, en justicia y libertad. Es lo que siento. Soy de UPyD.
Progreso no significa ganar más dinero cada dia. Es algo mucho más serio. Ya lo se. Soy de UPyD.
Progreso es alcanzar cotas cada vez mayores de bienestar económico, de bienestar social. Pero también, y más importante, modificar mi yo para elevar mi calidad humana, mis valores, y así conseguir un pleno disfrute de prosperidad, justicia social, solidaridad, paz y, sobre todo, libertad. Dia tras dia. Es lo que siento. Soy de UPyD.
Me opongo a derechos diferentes entre los españoles. Es lo que siento. Soy de UPyD.
Me opongo a la partición de España. Es lo que siento. Soy de UPyD.
Me opongo a la destrucción de la independencia del Poder Judicial. Es mi sentimiento. Soy de UPyD.
Me opongo a la prohibición de hablar español. Es lo que siento. Soy de UPyD.
Me opongo al trinque, tal y como suena. Es lo que siento. Soy de UPyD.
Me opongo a la injusticia. Es lo que siento. Soy de UPyD.
Me opongo a la mentira. Es lo que siento. Soy de UPyD.
Me opongo a la maledicencia. Es lo que siento. Soy de UPyD.
Me opongo a la demagogia. Es lo que siento. Soy de UPyD.
Defiendo la vida en paz, libertad y democracia. Así soy. De UPyD.


Octubre 2009
Diógenes

viernes, 16 de octubre de 2009

NOSOTROS UPyD Lo que defendemos (Seguridad ciudadana, seguridad personal). (2)

La política surgió como consecuencia de la necesidad de regular las relaciones entre seres humanos cuando estos se unieron para defenderse de las duras condiciones del medio en que comenzó nuestra presencia en el mundo .En principio sirvió para conseguir una mera supervivencia, pero más adelante, una vez superada esa fase prehistórica, ha sido utilizada en la búsqueda incesante del bien más preciado para el hombre, la felicidad la cual, como situación perdurable, es un concepto subjetivo, pero que de alguna forma puede asociarse con otros como son paz, confianza, tranquilidad y seguridad. Bienestar social al fin y al cabo. Durante siglos así ha sido, y cada logro alcanzado por un colectivo en lo referente a sus derechos, ha supuesto una mayor cota teórica de felicidad, culminando en el sistema que llamamos democracia, que es la única forma de relación política que garantiza un régimen de libertades, seguridad personal y seguridad jurídica, sin las que no existe libertad alguna. Como veis, esto es muy teórico. Seguid leyendo y ya veremos en qué queda esto.
Seguridad personal y seguridad jurídica. Hablemos de la primera y dejemos la justicia para otro dia.
Los españoles no nos sentimos seguros. Tenemos miedo. Yo, desde luego. Vivimos con miedo. Miedo a la delincuencia, miedo a la violencia que ella genera. ¿Quién al volver del cine por la noche no trata de abrir la puerta del portal a toda velocidad, mirando de soslayo hacia atrás? ¿Paseáis tranquilamente por la noche aunque no estéis completamente solos? Probablemente no, porque sabemos el riesgo que corremos. Son demasiadas muertes, demasiados atracos en la calle, en las viviendas, demasiadas violaciones. Es demasiada violencia. Pues el miedo coarta la libertad, con miedo no hay libertad, y sin libertad no hay democracia. Así de sencillo. ¿Y lo admitimos tal cual? Pues si, porque no sabemos lo que es la libertad. Lo intuimos pero nada más, porque nos han acostumbrado a entender la democracia de una forma equivocada. Nos han enseñado a admitir situaciones que de no hacerlo podrían ser vistas como poco democráticas. Basta recordar cuántas veces se habla de “políticamente correcto”, que no es otra cosa que la aplicación torticera de la esencia de la democracia. “Políticamente correcto” es igual que “humanamente incorrecto” y aun así, no nos parece mal, porque es una enseñanza que llevamos arraigada durante décadas. Pues habrá que ir pensando en abandonar esta costumbre, habrá que ir pensando en mejorar nuestra sensibilidad democrática. En relación, entonces, con la seguridad, habrá que modificar algunos planteamientos inicialmente democráticos, algunas actitudes presuntamente democráticas, con valentía y sin complejos.
La sociedad existe porque hay normas que regulan su funcionamiento, y quienes no las cumplen, no pueden gozar de los beneficios que esta proporciona. Y esta es una idea que debería manejarse con absoluta normalidad, como medio de proteger el bienestar adquirido. Con esto, queridos míos, lo único que quiero decir es que a los delincuentes hay que tratarlos como lo que son, escoria que hay que apartar de la sociedad. Con algunos derechos (pocos), desde luego, pero no con los mismos que los de los ciudadanos respetuosos con la ley. Y por supuesto, no con más como ocurre aquí y comprobamos todos los días. Hablad con cualquier policía y a lo mejor acabáis con más miedo del que antes comentaba.
Cuando en un proceso de convivencia se experimenta una situación específica, se obtienen conclusiones pertinentes. Sin embargo, esta civilizada sociedad lleva más de treinta años aplicando un principio fundamental en nuestro ordenamiento jurídico, y es que este gira en torno al objetivo de rehabilitación del delincuente. A pesar del largo período transcurrido, no se conocen casos de rehabilitación de condenados que no hayan sido por intereses específicos. No por arrepentimiento. ¿Y El Lute qué? Pues tampoco. El Lute fue un caso que aprovechó la dictadura para enseñar a los españoles lo estupendo del sistema penitenciario de la época. Le tocó al Lute lo mismo que le podía haber tocado a otro. Entró en la cárcel sin saber leer ni escribir y a los cinco años ya era Licenciado en Derecho. Una burla a los abogados de la época. Todo el mundo alabó la situación. Normal en una dictadura. Y sería normal bajo este gobierno, porque somos tan imbéciles como entonces. Y sin embargo, no se ha publicado conclusión alguna que exprese lo erróneo del pensamiento rehabilitador. De alguna forma, el objetivo de rehabilitación de este colectivo resulta contraproducente. No nos damos cuenta de que esta situación es una de las causas, y no la menor, que provoca el estallido de delincuencia que asola este pais. La proliferación de delitos puede buscarse en este principio básico del Derecho Penal. Relajación, laxitud, benevolencia, blandura, mierda.
Es hora de modificarlo de forma sustancial. Debe ser el delincuente quien tenga miedo a la Ley, y no nosotros. Hay que trasladar el miedo de la sociedad a quienes se apartan de ella. Nadie deja de cometer delitos por convencimiento. Y la sociedad debe asumir esa idea como tal, sin sentimiento de que ello es antidemocrático, que no lo es, que no se trata más que de preservar la convivencia ciudadana, nuestra vida en paz y tranquilidad, desde luego muy importante para nosotros. ¿O no? Tampoco pedimos tanto.
¿Y qué sacamos de todo esto? ¿Conclusiones? Claro. Lo primero que hay que hacer es tirar el Código Penal a la basura sin guardar ni una sola página, y volver a redactarlo entero, íntegro, sin concesiones a extrañas comprensiones hacia maleantes de todo tipo, sin reducciones de pena, sin tratos de favor. Todo el mundo debe ser susceptible de ir a la cárcel y los primeros, los jueces que incumplan la ley.
Basta de calles y barrios y zonas y horas peligrosas. Basta de policías que compadrean con criminales. Basta de policías que avisan a ETA de que viene la policía. Basta de risas jactanciosas de los maleantes cuando los detienen y presentan ante el juez. ¿Por qué será?
A veces Madrid me recuerda la ciudad de Gotam en las películas de Batman. Sojuzgada por los malos, al final es liberada por el héroe. ¿Exagero? Quizá, pero no tanto. El problema es que aquí no hay héroes ni cosa que se le parezca. O sea, que tendremos que resolverlo nosotros. Pues venga.


Octubre 2009
Diógenes

miércoles, 23 de septiembre de 2009

NOSOTROS UPyD. VALORES (lo que defendemos) (I)

Dentro de 20 meses (Dios, qué rápido pasa esto) todo el mundo, muy nervioso, estará tratando de explicar hasta la última coma de su programa. Nosotros lo estaremos menos, porque habremos hecho los deberes cuando hay que hacerlos.
El nuestro es un programa de gobierno, para gobernar, no para quedar bien, ambicioso, completo y perfectamente estructurado, como corresponde a una formación política que, sin complejo alguno y conocedora de la valía de sus integrantes, pretende disputar en una situación de igualdad los 120 asientos de la Asamblea de Madrid, a todos sus oponentes políticos.
Somos un grupo pequeño en número comparado con los burocratizados PP y PSOE, pero mucho más ágiles, más sensibles, más receptivos, en captar las inquietudes, las necesidades de los ciudadanos. Somos un grupo repleto de ideales, traducidos en ideas concretas, realistas, sin concesiones a la entelequia, tan en boga últimamente. Queremos formar parte del proceso de decisión política en nuestra Comunidad, queremos que haya que contar con nosotros, que nuestra opinión sea imprescindible para la gobernabilidad de la Región. Para ello, vamos a insistir en aportar una forma nueva, original, que transmita sobre todo ilusión, ilusión proponiendo una idea diferente de ver la política, de hacer política, una idea en la que los ciudadanos comprendáis que se hace imprescindible vuestra participación cotidiana y no sólo en el mero acto de votar, una idea que sea la vuestra, y que no será otra que transmitir vuestros problemas al órgano legislativo, en la forma que sea, es decir, a través nuestro. Así, vuestra participación será real y podréis sentir que también sois responsables de nuestra acción política que, no importa repetirlo hasta el infinito, está motivada exclusivamente por vosotros, para vosotros, que sois la razón por la que existimos y nos esforzamos. Debemos suprimir el hastío por los temas políticos que produce el bipartidismo, verdadero destructor de la democracia. Debemos acabar con el voto útil, porque eso no es participar, eso se llama borreguismo, y no creo que os apetezca que nadie os insulte. Tenemos que romper esta tan cómoda inercia, que no nos obliga a pensar y decidir. Y ello sólo puede conseguirse modificando vuestra mentalidad, haciéndoos comprender que debe ser exclusivamente vuestro criterio personal quien decida vuestro voto. Debemos crear, por tanto, una conciencia ciudadana. Todo esto lo vamos a hacer y además lo vamos a conseguir si nos prestáis una pizca de vuestro tiempo, de vuestra atención. Tampoco es tanto. ¿no?.
En septiembre de 1982, en el primer mitin electoral del PSOE en la plaza de toros de Madrid, Alfonso Guerra dijo: “dicen que vamos a ganar, si, de verdad dicen que vamos a ganar. Y yo no se si vamos a ganar. Lo que si os digo es que tenemos que ganar”. Esta es nuestra reflexión, la de nuestra organización, la de todos nosotros. Ya la estamos aplicando, desde luego con mayor intensidad si cabe desde ahora dejando que, por ello, la ansiedad, la impaciencia, nos invada, se apodere de nuestra alma, marque nuestra acción. Tenemos que ganar. Tenemos que empezar a ganar ahora mismo, ya lo he dicho, con vuestra ayuda, con vuestra participación. Nuestra acción es y va a ser diferente, bien diferente, como nosotros. Y que claramente se perciba que lo somos.
Por ello centramos nuestro discurso en un único tema que afecta a todos y cada uno de los españoles, a vuestra existencia, a vuestra vida cotidiana, a vuestro desarrollo, vuestro futuro, al de vuestros hijos, al devenir del pais entero. Y este no es otro que una no necesaria, sino imprescindible regeneración democrática, sí, regeneración de esto que tenemos aquí que llamamos democracia, y que no es otra cosa que una dictadura (democrática, claro) de los nacionalistas periféricos, amparada por el maldito bipartidismo, tema este más que suficiente para llenar nuestra expresión diaria. Y ahí hay que insistir, insistir constante y machaconamente en esta idea fundamental para conseguir cambiar España en la forma que queremos.

Pues si hablamos de regeneración democrática, de su necesidad, es porque nuestro sistema está hoy corrompido, qué digo, podrido del todo. Apesta. Desde lejos. Produce tal repugnancia que no sería raro vernos a todos vomitando por las esquinas, si tuviésemos el necesario criterio para darnos cuenta. El asunto viene de antiguo. Desde que nos regalaron esta especie de democracia plasmada en nuestra nunca suficientemente alabada Constitución. Pero no es esta la causa principal del mal que nos aqueja. Es otra bien distinta y personal, de cada uno.
La verdad es que parecemos una banda de degenerados. Degenerados éticos, morales, intelectuales. Si, hombre, si. No hay que rasgarse no ya las vestiduras, ni siquiera un kleenex. Porque si no es así, que alguien me explique cómo se entiende que aguantemos sin un solo gesto, el chorro de abusos “democráticos” que cometen con nosotros los que nos gobiernan. Todos los días. Sin faltar ni uno.
Un poco fuerte lo de degenerados ¿no? Puede. La verdad es que somos un pueblo un tanto especial. Supongo que la causa de nuestra desgana, de nuestra falta de empuje se debe a que, o bien nos importa todo un rábano, o es que no tenemos ni idea de por dónde viene el aire Si es lo primero allá todos con las consecuencias, pero si no es así, algo habrá que pensar. Y aprender. Y concluir. Y, sobre todo, actuar. Actuar de una santa vez.
Y si hay que empezar a analizar qué es lo que nos mantiene fuera de todo lo que no sea una caña, el fútbol, las tías (y los tíos, no os piquéis tan pronto, señoras) y poco más, creo que lo primordial es ver qué tal andamos de valores. De valores humanos, no de acciones de Bolsa.
Son valores humanos todo el conjunto de cualidades que debería adornar nuestro carácter, marcar nuestra actitud ante la vida en todas las circunstancias. Son valores humanos aquello que nos distingue de los otros seres vivos, en quienes se cotiza la maldad, la envidia, la soberbia (¿estaré hablando del Presidente del Gobierno?). Son valores humanos los positivos de siempre, a ver si nos entendemos aunque, la verdad, últimamente no lo tenemos muy claro. Quienes los poseen se encuentran en una situación superior al resto, son diferentes, mejores, más felices, más….. humanos.
Creo que, en general, no tenemos mucho de esto. Y si lo tenemos, no lo exhibimos. Pues no sabéis la que estamos liando.
Nuestra civilización se está evaporando a tal velocidad que ni nos damos cuenta de esta tremenda realidad. Nos estamos diluyendo en nosotros mismos, contemplando con sonriente laxitud la inexorable pérdida de la esencia de nuestra cultura. Y nos sentimos encantados con ello. Nadie es culpable, todos son culpables y sobre todo, nosotros mismos. Ya no sabemos qué somos, ni a dónde vamos, ni siquiera qué hacemos aquí. Hemos perdido nuestra individualidad. Hay quien piensa por nosotros, hay quien decide por nosotros. Y para nuestra desgracia, ni nos lo planteamos, ni nos importa. Palabras como deber, obligación, bondad, justicia, honor, han desaparecido de nuestro lenguaje, no nos suenan. Hay escasa, o nula espiritualidad en nuestra forma de entender la vida. Nos estamos deshumanizando tan deprisa que no lo percibimos. Estamos perdiendo la conciencia de nuestra identidad. Se ha desdibujado para nosotros la línea divisoria entre lo que está bien y lo que está mal. No tenemos claro qué es una cosa y otra. ¿Dónde están nuestros principios? Ah, pero ¿hemos tenido eso alguna vez? No lo recuerdo. Estupendo.
Pues no. De eso nada. No hay que aceptar esta situación con la sumisión y escaso criterio que nos caracteriza. Hay que rebelarse. Rebelarse pensando que hubo épocas en que prevalecía la honestidad y, sobre todo, la justicia, sobre cualquier otra consideración.
Si queremos salvar lo que se ha tardado siglos en construir, si pretendemos no sucumbir ante la terrible posibilidad de convertirnos en seres gobernados exclusivamente por los instintos, hay que modificar nuestro pensamiento, hay que volver a ser personas, con sentimientos, solidarias con los demás. Dejemos de ser borregos y decidamos nuestro destino como queramos o podamos, pero nosotros solos, sin que nada ni nadie nos condicione, sin que nada ni nadie lo haga por nosotros. Tenemos que aprender a ser nosotros mismos, con nuestras virtudes y defectos, sin que nadie tenga que venir a decirnos que esto está bien y aquello está mal. Abrid los ojos y veréis una perspectiva diferente en vuestra forma de sentir, en vuestra forma de vivir. Eso es lo que tenéis que hacer. Nada más.

Septiembre 2009
Diógenes

jueves, 16 de julio de 2009

Para terminar con la reflexión sobre los elementos que coartan, que perjudican nuestra democracia, que la tienen hecha un asco, vamos, necesariamente hay que hablar de la monarquía, muy parlamentaria ella, pero monarquía. Y compararla con el concepto república porque me da la sensación de que algunos de vosotros andáis algo equivocados al respecto.

En 1701 arribó a España el primero de los reyes Borbones. Felipe V, impuesto por su abuelo el rey francés, se asentó en nuestro pais después de su triunfo sobre el archiduque Carlos, el otro pretendiente de origen austríaco.En la lucha, que duró 5 años, los españoles perdimos Gibraltar.
Francés de origen y de educación, siempre consideró a España como un territorio absolutamente supeditado a los intereses del rey de Francia, jefe de la familia.Y como buen francés, nunca alimentó el necesario amor a estas tierras y sus gentes, que debería haberse exigido como Jefe del Estado. No parece muy claro que sus descendientes hayan modificado sustancialmente esta postura.
El triunfo, el 13 de septiembre de 1923, de la conspiración encabezada por Miguel Primo de Rivera, supuso el comienzo del lento pero inexorable proceso de cancelación del sistema monárquico. Alfonso XIII, Borbón él, prefirió sancionar cómodamente la nueva situación en vez de enfrentarse a ella.Después de 6 años de gobierno dictatorial, en enero de 1930 Primo de Rivera presentó la dimisión. Algo más de un año después, el 10 de abril de 1931, en las elecciones generales convertidas en plebiscito contra la monarquía, Alfonso XIII perdió la corona. Dos días más tarde se proclamó la II República.
El republicanismo en España venía desarrollándose desde el siglo XIX. Obviamente, sus dirigentes lanzaban incendiarios discursos contra la monarquía desde periódicos que más semejaban panfletos. En aquellos días las asociaciones o partidos republicanos, netamente de izquierdas, propugnaban la revolución y exhibían en algunos casos tintes claramente nacionalistas. No fue igual en todos los casos. Partidos como Derecha Liberal Republicana provenían de la unión de acomodados caciques locales, tan numerosos a comienzos del siglo pasado.
El agotamiento de los ciudadanos ante la inoperancia, ineptitud, dejación de sus deberes como soberanos, el desprecio por el pueblo a fin de cuentas, de todos y cada uno de los Borbones llegados a España dos siglos antes, provocaron simpatías crecientes hacia el republicanismo en todos los estamentos sociales (excepción hecha de la aristocracia, naturalmente) hasta tal punto, que hasta los militares de la dictadura manifestaron su agrado ante este sistema de gobierno.Tanto es así que el fundador de Derecha Liberal Republicana, Niceto Alcalá Zamora, fue presidente de la República entre 1931 y 1936. No puede, por tanto, asociarse la idea republicana a la acción revolucionaria de la izquierda, sentimiento este tan utilizado por los actuales partidarios de la monarquía para acallar voces que disienten de la misma.
Sin embargo, la idea que ha pervivido en los ciudadanos españoles después de la guerra civil es la acción de gobierno surgida de la fusión de Izquierda Socialista e Izquierda Republicana, de la que el jefe de esta última, Manuel Azaña, fue presidente de la República desde febrero de 1936.
El pueblo español considera hoy íntimamente ligado el republicanismo a la izquierda radical y revolucionaria.Nada más lejos de la realidad. Como históricamente puede constatarse, en las elecciones de 1931 lo que triunfó fue el rechazo mayoritario de unas gentes que no habían encontrado en la institución monárquica otra cosa que abandono de sus funciones y olvido de las necesidades e inquietudes de los ciudadanos.
No había entonces, ni ahora, dónde elegir.Descartada la dictadura y negada la monarquía, el único gobierno democrático posible es la república, de la que es preciso eliminar toda sombra de connotación revolucionaria.
Este pueblo es democrático, profundamente democrático. Y quizá no ha reflexionado lo suficiente sobre el sentido, el significado de nuestra monarquía constitucional.
Por su propia esencia, por su mismo concepto, existen pocas instituciones más antidemocráticas que la monarquía, por muy constitucional que se apellide.Sus miembros no son elegidos por el pueblo, tal y como se expresa en el Artículo 57.1 de la Constitución. La única exigencia para ello es que se llame Borbón, descendiente de otro Borbón, y así indefinidamente.
La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad, reza el Artículo 56.3 de nuestra ley máxima. Cualquier acción o acto del monarca, sea de la condición que sea, no está sujeto a las leyes. El Rey está por encima de la ley. Esta figura no sólo no es democrática. Está, además, por encima del ordenamiento jurídico.También lo está por encima de los humanos y pretende acercarse al patrimonio del ser divino.
Resulta difícil encontrar mayor sarcasmo que un rey defendiendo la democracia. Aunque quizá si. Quizá sea peor un demócrata defendiendo la monarquía.
¿Por qué tenemos un rey? ¿Por qué se incluyó la institución monárquica en la Constitución? No eran tiempos fáciles. La izquierda había perdido el miedo al dictador, desaparecido hacía más de dos años. Por otro lado, la derecha encontró en el Príncipe el mejor modo de utilizar un elemento que creyeron conciliador. La izquierda aceptó su presencia, consciente de que Juan Carlos no ambicionaba poder sino otras cosas, por lo que jamás constituiría un baluarte a batir. Acertaron.
¿Para qué vale un rey? Parece que para hacer lo que le digan que haga. Y bien cierto que es. En los más de 30 años que lleva nombrado Jefe del Estado, no ha habido ni una sola ocasión en que su opinión haya sido diferente de la del Presidente de turno. Quizá es que no tiene opinión. O quizá es que los asuntos de España y los españoles le importan tan poco como a sus ilustres predecesores. Si así ocurre, no parece que exista motivo alguno para mantener una institución tan ineficaz e inoperante. Alguien podría argüir que nuestro soberano es el mejor embajador de este pais. Nada más incierto y quien así lo exponga, lo sabe. No hay más que oírle hablar.
El nefasto ejemplo ético, social y moral exhibido por algunos miembros de casas reales europeas, no es más que una manifestación del sentimiento íntimo de superioridad que albergan. Ello les permite mostrar impúdicamente escándalos de todo tipo, importándoles un rábano la opinión del pueblo.Nada les preocupa. Se consideran fuera del alcance de críticas y comentarios.Viven y se desenvuelven en un contexto superior a la propia democracia.Pues sin establecer un paralelismo directo en lo que a ejemplo social se refiere, en las abundantes entrevistas concedidas, jamás se ha visto a su Majestad (¡qué solemne extemporalidad! ¡Oh mi Señor!, cuántas gilipoyeces somos capaces de admitir) mostrar su preocupación por los menos favorecidos, ni por los demás tampoco, y son su pueblo, a quien debería amar y proteger en la medida de sus posibilidades, alertando al gobernante para la provisión de medidas encaminadas a mejorar su situación. Igual habla de la unidad de España que sonríe a quienes tratan de destruirla. Igual reflexiona sobre valores cristianos que sobre alianza de civilizaciones. ¿Dame pan y llámame tonto? Y eso quién lo sabe. Lo que si se sabe es que demuestra menos motivación con los deberes a que le obliga la Constitución, que a otras cuestiones.
¿Y nuestra princesa Letizia? ¿se llama así? ¿no te has equivocado? En absoluto. Ese es su nombre. ¿Y es española? Claro. Vaya. Pues lo que digo, que poco antes de enlazar con nuestro Borbón joven, parece que prestó su cara (menuda cara) a un pintor mejicano que estaba pintando un desnudo. ¿Y qué? ¿Nos importa algo? En absoluto. Entre otras cosas porque a los españoles cada vez nos importan menos cosas. No nos quejemos después.
La democracia se alimenta de democracia. El republicanismo como concepto es lo mismo que no ser nada a nivel político. No es un compromiso. No es una ideología. Al republicanismo se llega por rechazo de otras formas no democráticas. No es más que un sistema de gobierno igualmente válido para cualquier opción política. Es indiferente que las ideas se acerquen a la derecha o a la izquierda para comprender que el único sistema democrático para regir un pais se llama república. Y ningún otro.
Esta (y la anterior) características de nuestra democracia son, como veis, constitucionales. Hay otras, ya lo comprobaréis. Pero estas son estupendas. Hacemos una Constitución para tener democracia y desde la primera le metemos mano a la segunda a ver si nos la cargamos. ¿Los Padres de la Constitución? Bien, gracias. Mira que si no saben lo que es democracia. A lo mejor, si, pero no mucho. Pues que nadie se angustie, que no cunda el pánico. Desde aquí se lo enseñaremos.

Julio 2009

Diógenes

lunes, 13 de julio de 2009

domingo, 12 de julio de 2009

Pues si se trata de hablar de España, de los españoles, de vosotros, parece que lo procedente es comenzar haciendo un análisis del sistema político en el que vivimos.
Esto es una democracia. Peculiar, muy peculiar, pero democracia
(bueno, ya veremos).
En 1978 aprobamos, muy ilusionados, una Constitución que es algo así como la Ley súper y que marca el espíritu que debe definir todo el conjunto de las otras leyes que son las que regulan nuestra vida diaria. Como tiene que ser, pues un Estado verdaderamente democrático es aquel que está sujeto a eso que la gente solemnemente cursi llama “el Imperio de la Ley”, aunque conviene añadir algo más, igual de importante y es que esa Ley debe ser justa y estar aplicada con criterios de honesta justicia, cosa que no está muy clara.
La aprobamos, digo, con verdadera esperanza, esperanza de que con ella llegaba la democracia. Y así fue. En un santiamén desapareció el sistema anterior hasta el punto de que alguien muy relevante en el antiguo Movimiento Nacional (los jóvenes quizá no sepáis lo que es esto, pero vuestros padres seguro que si que lo saben), se convirtió en el primer Presidente del Gobierno de España después de la dictadura.
En su redacción intervinieron representantes de todos los partidos políticos legalmente constituidos. Son los llamados (seguimos con las cursilerías) “Padres de la Constitución”. Pues estos Padres, acabada su labor, quedaron tan ufanos que su satisfacción no les cabía en el cuerpo, a tal nivel que en años posteriores, en celebraciones de aniversario, se les rindieron homenajes varios, con discursos y fotos y demás.
Por respeto a vosotros no me atrevo a calificar su labor como el resultado de una necesidad fisiológica. Esta Constitución tan alabada, tan traida, tan llevada, fue la cinta de salida de la carrera hacia la destrucción de nuestro pais, de su unidad, tan trabajosamente conseguida siglos atrás. El llamado (vaya dia que llevamos de horteradas) “Estado de las Autonomías” inoculó en el corazón mismo de la nación, la primera célula cancerosa que se ha convertido en el monstruoso tumor que va a acabar con nosotros.
En los últimos años setenta todo lo que deseaban los nacionalistas era que se les permitiera colocar su bandera en edificios públicos como Ayuntamientos y Diputaciones. Pues no. En un alarde de estúpida generosidad se crearon 17 miniestados con Parlamento propio, Gobierno propio y competencias asumidas en los años siguientes, unos más deprisa y otros más despacio. Había que dejar contentos a todos y la derecha, con tal de no ser identificada con el régimen anterior, cedió gustosa a cuantas sugerencias pudieron hacer e hicieron los grupos nacionalistas, que no terminaban de creerse tamaña lotería. Bien está que cedieran, pero no tanto.
Con el pasar de los años hemos llegado a lo que somos hoy, que mejor sería decir a lo que no somos hoy. La norma fundamental ha alentado el odio a España, ha propiciado la división entre nosotros, ha creado una clase política infinita, ha multiplicado hasta lo inexplicable el número de funcionarios, nos ha roto como pais unido y fuerte, ha alimentado la insolidaridad con una absoluta desfachatez en las exigencias de unos contra los otros, ha empobrecido al pais de forma absurda. Y aquí no puedo bromear. Esto es muy serio
Las 17 Comunidades Autónomas son un engendro inútil del que pienso que no vamos a salir nunca. Yo no lo veré, ni vosotros tampoco. Quizá nuestros hijos o nietos sean más listos que nosotros y les guste vivir de manera normal. No lo se. Con la excusa de la descentralización de la burocracia administrativa, hemos conseguido que un español no pueda estudiar ni aún hablar en su propio idioma. Es tal el absurdo que en Europa no se lo creen. Piensan que bromeamos. Los excesos que admite nuestra situación política han conseguido lo que parecía imposible y es que la propia Constitución haya dejado de tener vigencia. Ya no vale. Hay legislación autonómica (preguntad a los catalanes) que está por encima de la Ley máxima. Aunque la verdad, tampoco parece tan malo (no hay mal que por bien no venga) que con ello se consiga la modificación de una norma que considera al Jefe del Estado por encima de la Ley, impune a ella haga lo que haga, como si de un subnormal o un subdios se tratase. Y los “Padres de la Constitución”, encantados de haberse conocido. ¿Es esto democracia? No lo parece.


Junio 2009

Diógenes
Cuando se supera con una cierta amplitud la mitad de la vida, cuando el trabajo va dejando poco a poco de motivarte, cuando descubres con algo de asombro y una no menos sorpresa el horizonte más o menos cercano de la jubilación, del retiro que se decía antes (me gusta más esta acepción que la otra, que parece indicar algo parecido a cancelación), y sin embargo compruebas que permanecen intactas características inherentes a los jóvenes, entusiasmo, pasión, hambre de vida, de lo que desde luego no me siento capaz es de llenar mi tiempo en leer, escuchar música, pasear y poco más, todas cosas muy interesantes y positivas, pero no.
Hay que hacer algo, otra cosa, quizá escribir, para ti y para los demás.
En este blog se va a hablar de política, de democracia, pero también de la vida, de los humanos, de los jóvenes, de los menos jóvenes y de los que quedan, de sus penares y también de sus gozos, de la alegría de vivir, de su forma de pasar por el mundo, de su futuro, de vuestro futuro en esta España increíble, tan diferente.
Esto va a ser algo parecido a un diálogo (en un solo sentido, claro), sistema de expresión más directo y que va más con mi forma de ser. Y voy a utilizar el tuteo para que la relación que pretendo establecer con vosotros sea más estrecha, más íntima, como si de charlas de café se tratase.
No se lo que voy a conseguir, pero no quedará por falta de esfuerzo.
Ah!, no quiero dejar de comentaros que pertenezco a la organización de Rosa Díez, si, ese partido que pretende ser algo más que una bisagra en la puerta del Congreso. Por eso, cuando toque política, quiero dejar bien claro que lo que aquí leáis no será la opinión de la organización (yo no formo parte de su consejo político), sino nada más que la mía, reflexión estrictamente personal, que a veces (prácticamente todas) coincidirá con las tesis de Rosa, y a veces pues no. Aquí no se va a adoctrinar a nadie. Si acaso, tratar de que veáis las cosas de una forma quizá un poco diferente.


Junio 2009

Diógenes