miércoles, 23 de septiembre de 2009

NOSOTROS UPyD. VALORES (lo que defendemos) (I)

Dentro de 20 meses (Dios, qué rápido pasa esto) todo el mundo, muy nervioso, estará tratando de explicar hasta la última coma de su programa. Nosotros lo estaremos menos, porque habremos hecho los deberes cuando hay que hacerlos.
El nuestro es un programa de gobierno, para gobernar, no para quedar bien, ambicioso, completo y perfectamente estructurado, como corresponde a una formación política que, sin complejo alguno y conocedora de la valía de sus integrantes, pretende disputar en una situación de igualdad los 120 asientos de la Asamblea de Madrid, a todos sus oponentes políticos.
Somos un grupo pequeño en número comparado con los burocratizados PP y PSOE, pero mucho más ágiles, más sensibles, más receptivos, en captar las inquietudes, las necesidades de los ciudadanos. Somos un grupo repleto de ideales, traducidos en ideas concretas, realistas, sin concesiones a la entelequia, tan en boga últimamente. Queremos formar parte del proceso de decisión política en nuestra Comunidad, queremos que haya que contar con nosotros, que nuestra opinión sea imprescindible para la gobernabilidad de la Región. Para ello, vamos a insistir en aportar una forma nueva, original, que transmita sobre todo ilusión, ilusión proponiendo una idea diferente de ver la política, de hacer política, una idea en la que los ciudadanos comprendáis que se hace imprescindible vuestra participación cotidiana y no sólo en el mero acto de votar, una idea que sea la vuestra, y que no será otra que transmitir vuestros problemas al órgano legislativo, en la forma que sea, es decir, a través nuestro. Así, vuestra participación será real y podréis sentir que también sois responsables de nuestra acción política que, no importa repetirlo hasta el infinito, está motivada exclusivamente por vosotros, para vosotros, que sois la razón por la que existimos y nos esforzamos. Debemos suprimir el hastío por los temas políticos que produce el bipartidismo, verdadero destructor de la democracia. Debemos acabar con el voto útil, porque eso no es participar, eso se llama borreguismo, y no creo que os apetezca que nadie os insulte. Tenemos que romper esta tan cómoda inercia, que no nos obliga a pensar y decidir. Y ello sólo puede conseguirse modificando vuestra mentalidad, haciéndoos comprender que debe ser exclusivamente vuestro criterio personal quien decida vuestro voto. Debemos crear, por tanto, una conciencia ciudadana. Todo esto lo vamos a hacer y además lo vamos a conseguir si nos prestáis una pizca de vuestro tiempo, de vuestra atención. Tampoco es tanto. ¿no?.
En septiembre de 1982, en el primer mitin electoral del PSOE en la plaza de toros de Madrid, Alfonso Guerra dijo: “dicen que vamos a ganar, si, de verdad dicen que vamos a ganar. Y yo no se si vamos a ganar. Lo que si os digo es que tenemos que ganar”. Esta es nuestra reflexión, la de nuestra organización, la de todos nosotros. Ya la estamos aplicando, desde luego con mayor intensidad si cabe desde ahora dejando que, por ello, la ansiedad, la impaciencia, nos invada, se apodere de nuestra alma, marque nuestra acción. Tenemos que ganar. Tenemos que empezar a ganar ahora mismo, ya lo he dicho, con vuestra ayuda, con vuestra participación. Nuestra acción es y va a ser diferente, bien diferente, como nosotros. Y que claramente se perciba que lo somos.
Por ello centramos nuestro discurso en un único tema que afecta a todos y cada uno de los españoles, a vuestra existencia, a vuestra vida cotidiana, a vuestro desarrollo, vuestro futuro, al de vuestros hijos, al devenir del pais entero. Y este no es otro que una no necesaria, sino imprescindible regeneración democrática, sí, regeneración de esto que tenemos aquí que llamamos democracia, y que no es otra cosa que una dictadura (democrática, claro) de los nacionalistas periféricos, amparada por el maldito bipartidismo, tema este más que suficiente para llenar nuestra expresión diaria. Y ahí hay que insistir, insistir constante y machaconamente en esta idea fundamental para conseguir cambiar España en la forma que queremos.

Pues si hablamos de regeneración democrática, de su necesidad, es porque nuestro sistema está hoy corrompido, qué digo, podrido del todo. Apesta. Desde lejos. Produce tal repugnancia que no sería raro vernos a todos vomitando por las esquinas, si tuviésemos el necesario criterio para darnos cuenta. El asunto viene de antiguo. Desde que nos regalaron esta especie de democracia plasmada en nuestra nunca suficientemente alabada Constitución. Pero no es esta la causa principal del mal que nos aqueja. Es otra bien distinta y personal, de cada uno.
La verdad es que parecemos una banda de degenerados. Degenerados éticos, morales, intelectuales. Si, hombre, si. No hay que rasgarse no ya las vestiduras, ni siquiera un kleenex. Porque si no es así, que alguien me explique cómo se entiende que aguantemos sin un solo gesto, el chorro de abusos “democráticos” que cometen con nosotros los que nos gobiernan. Todos los días. Sin faltar ni uno.
Un poco fuerte lo de degenerados ¿no? Puede. La verdad es que somos un pueblo un tanto especial. Supongo que la causa de nuestra desgana, de nuestra falta de empuje se debe a que, o bien nos importa todo un rábano, o es que no tenemos ni idea de por dónde viene el aire Si es lo primero allá todos con las consecuencias, pero si no es así, algo habrá que pensar. Y aprender. Y concluir. Y, sobre todo, actuar. Actuar de una santa vez.
Y si hay que empezar a analizar qué es lo que nos mantiene fuera de todo lo que no sea una caña, el fútbol, las tías (y los tíos, no os piquéis tan pronto, señoras) y poco más, creo que lo primordial es ver qué tal andamos de valores. De valores humanos, no de acciones de Bolsa.
Son valores humanos todo el conjunto de cualidades que debería adornar nuestro carácter, marcar nuestra actitud ante la vida en todas las circunstancias. Son valores humanos aquello que nos distingue de los otros seres vivos, en quienes se cotiza la maldad, la envidia, la soberbia (¿estaré hablando del Presidente del Gobierno?). Son valores humanos los positivos de siempre, a ver si nos entendemos aunque, la verdad, últimamente no lo tenemos muy claro. Quienes los poseen se encuentran en una situación superior al resto, son diferentes, mejores, más felices, más….. humanos.
Creo que, en general, no tenemos mucho de esto. Y si lo tenemos, no lo exhibimos. Pues no sabéis la que estamos liando.
Nuestra civilización se está evaporando a tal velocidad que ni nos damos cuenta de esta tremenda realidad. Nos estamos diluyendo en nosotros mismos, contemplando con sonriente laxitud la inexorable pérdida de la esencia de nuestra cultura. Y nos sentimos encantados con ello. Nadie es culpable, todos son culpables y sobre todo, nosotros mismos. Ya no sabemos qué somos, ni a dónde vamos, ni siquiera qué hacemos aquí. Hemos perdido nuestra individualidad. Hay quien piensa por nosotros, hay quien decide por nosotros. Y para nuestra desgracia, ni nos lo planteamos, ni nos importa. Palabras como deber, obligación, bondad, justicia, honor, han desaparecido de nuestro lenguaje, no nos suenan. Hay escasa, o nula espiritualidad en nuestra forma de entender la vida. Nos estamos deshumanizando tan deprisa que no lo percibimos. Estamos perdiendo la conciencia de nuestra identidad. Se ha desdibujado para nosotros la línea divisoria entre lo que está bien y lo que está mal. No tenemos claro qué es una cosa y otra. ¿Dónde están nuestros principios? Ah, pero ¿hemos tenido eso alguna vez? No lo recuerdo. Estupendo.
Pues no. De eso nada. No hay que aceptar esta situación con la sumisión y escaso criterio que nos caracteriza. Hay que rebelarse. Rebelarse pensando que hubo épocas en que prevalecía la honestidad y, sobre todo, la justicia, sobre cualquier otra consideración.
Si queremos salvar lo que se ha tardado siglos en construir, si pretendemos no sucumbir ante la terrible posibilidad de convertirnos en seres gobernados exclusivamente por los instintos, hay que modificar nuestro pensamiento, hay que volver a ser personas, con sentimientos, solidarias con los demás. Dejemos de ser borregos y decidamos nuestro destino como queramos o podamos, pero nosotros solos, sin que nada ni nadie nos condicione, sin que nada ni nadie lo haga por nosotros. Tenemos que aprender a ser nosotros mismos, con nuestras virtudes y defectos, sin que nadie tenga que venir a decirnos que esto está bien y aquello está mal. Abrid los ojos y veréis una perspectiva diferente en vuestra forma de sentir, en vuestra forma de vivir. Eso es lo que tenéis que hacer. Nada más.

Septiembre 2009
Diógenes