domingo, 21 de marzo de 2010

LAS PUTAS

Vaya con el tema que ha escogido este para hablar hoy. ¿Palabra maldita? ¿Actividad repugnante? ¿Exigencia de anatema? Estupideces de mentecatos. A estas pobres (algunas, sólo algunas) nadie las defiende y yo, desde aquí, quiero aportar algo en su favor.
Las putas (las de categoría simple, como veremos), suelen ser mujeres valientes, sufridas, que hacen lo que hay que hacer en una sociedad que, sin su sacrificado concurso, sufriría una auténtica explosión de violaciones. Y digo bien, porque hay que ser muy valiente y sufrida para aguantar el beso en la boca de un tío al que le apesta el aliento porque jamás se ha lavado los dientes. Y cosas peores, mucho peores.
A mi me merecen todos los respetos (entre ellas hay de todo, claro, igual que en cualquier colectivo femenil, o mascunil, o neutril). Y les debemos lo que no negamos al más triste de los inmigrantes ilegales. Y es acción contundente ante la tremenda indefensión que sufren. A una puta, por serlo, se la puede pegar, maltratar, drogar, violentar y, sobre todo, explotar. En estas situaciones la sociedad reacciona con desprecio, considerando impúdica la oferta de sexo. A pesar de nuestra modernidad, el comercio putil debe hacerse de forma oculta y sin comentarios. Esto lo ve así todo el mundo. Bueno, no todos. En la Educación para la Ciudadanía del Partido Socialista, algún que otro profesor de críos de 13 años propone en clase la práctica de sexo entre ellos y ellas, ellos y ellos, ellas y ellas, y si en medio se cuela un animal, pues también. ¿Y qué me decís de los socialistas extremeños? Ya no se usa aquello de “por el Imperio hacia Dios”. Ahora se lleva “por la paja hacia el poder”, que expresa tan contundentemente el conjunto de valores de esta gente, que no dudo les proporcionará buenos réditos electorales. Bueno, eso si los votantes no se hartan de tenerla despellejada con tanta práctica. Y la última de la Ministro de Igualdad es de lo mejor, pues parece que va a editar el llamado “mapa de coño”. Me temo que te has equivocado, querida. Ninguna de nuestras mujeres lo va a comprar. Todas conocen perfectamente la ubicación y el manual de instrucciones de su asunto. Quizá si propones un consolador bífido tengas más éxito. Prueba a ver.
Como veis, estos hablan bastante de sexo, pero no de una manera normal. Tal parecen formas y actos de psicópatas. A ver si es que padecen un trauma mental infantil que les induce a odiar a España como la odian y a tratar de destruirla a toda costa. Bueno, volvamos a lo nuestro (sin tergiversaciones, ¿eh?).
Hay tres tipos o categorías de putas. Las de categoría simple son las que definimos normalmente como tales. Son las que se desnudan, se dejan hacer lo que quieras y te cobran un dinero. Su actividad es sencilla, sin recovecos mentales. Se hace y ya está. Son ellas el objeto del desprecio de la sociedad, de esta hipócrita y estúpida sociedad sin criterio, que las llevaría a los altares si tuviesen un héroe que las ensalzase. Hay decenas de miles de ellas. Pues aun así, no se si son el colectivo más numeroso.
Las de segunda clase son las que no cobran dinero por un par de horas de jaleo (¿es mucho?). Entran en esta categoría secretarias, ejecutivas, licenciadas, modelos, aspirantes a modelos, aspirantes a actrices, actrices, y otras más, que la lista es larga. (Espero no tener que aclarar que no son ni mucho menos todas; tan sólo una escasa minoría). Estas chicas, desenvueltas ellas, no dudan ni un segundo en aceptar proposiciones de sus superiores con tal de conseguir su objetivo. Este es su precio. Son tan putas como las otras pero ¡ah!, gozan del beneplácito de la sociedad. Incluso de su aplauso por los éxitos conseguidos. Podríamos incluirlas en la categoría de sofisticadas, visten bien, se arreglan mejor, y se desenvuelven estupendamente en cualquier ambiente más o menos selecto.
Y por fin, las peores. También muy, muy numerosas, son las que merecen la más dura de mis críticas. Ávidas de dinero y posición social, no saben de valores, principios, moral. Cazafortunas, son mujeres que hacen del matrimonio su sistema de vida. Suelen ser jóvenes, guapas (algunas, no tanto), de trato agradable. El afecto no importa mucho. Lo que importa es que se lo crea el otro. Cambian su vida afectiva por otra económica. Vida muelle, de lujo, ni un palo al agua. Las vemos en los ambientes más distinguidos, excluyentes. Influyentes en la vida de sociedad, marcan tendencias en su entorno. Dicen que hay alguna por esos mundos de Dios que incluso llegó a ser princesa.
¿Hay solución? Para las de categoría simple si, las otras no la necesitan. La demanda esta tan curiosa sociedad, que admite algún tipo de prostitución social y sin embargo no quiere ver putas en la calle. Crean alarma social (emocionante).
El problema tiene solución, aunque no se puede acabar con ellas por decreto, porque este tipo de servicios es necesario. Está presente desde el comienzo. No hay civilización antigua en la que si existen documentos escritos o incluso restos arqueológicos, no pueda dejar de constatarse la existencia de profesionales de la cosa. En épocas anteriores estas mujeres tenían su consideración. Más alta o más baja, dependiendo de la época y la zona, pero la tenían. No pasaba como aquí, que no existen legalmente. Porquería de gobiernos. Basta con ignorar el problema para que no exista. Pues no. Existe. Y bien grande. Con solución, desde luego.
Admitida la muy obvia realidad de su existencia, un momento de reflexión sobre ello.
En un análisis puramente conceptual, ser puta no debería ser diferente de otras ocupaciones más o menos intelectuales. El hombre es un ser básicamente sexual. (También me estoy refiriendo a las mujeres, qué se le va a hacer, nuestro idioma es así aunque no quieras o puedas entenderlo, Bibiana). El sexo impregna nuestra vida. El vestido, el arreglo personal, nuestras relaciones, están más condicionadas por el sexo de lo que pensamos o queremos admitir. La meticulosidad con que eligen las mujeres la ropa para esta o aquella ocasión, el tiempo que utilizan en arreglar su pelo, decidir sus joyas, y sobre todo su perfume, no son más que manifestaciones sexuales. Desde luego que todos nos arreglamos para gustarnos a nosotros mismos. Faltaría más. Pero la mujer (y el hombre, aunque declare lo contrario) que no despierta interés en los elementos del sexo opuesto, siente que algo le falta. A todos nos encanta gustar a los del otro lado. Sin paliativos. Y eso es una manifestación sexual.
Pues si el sexo es tan importante en nuestras vidas, que lo es, no alcanzo a comprender el rechazo frontal a esta ocupación, cuyas practicantes tienen que sufrir el apartamiento a que las sometemos.
Esta situación requiere solución en dos vertientes diferentes, pero íntimamente ligadas entre si: sanitaria y personal. Resuelta una, lo hará la otra.
La solución debe producirse en dos vertientes diferentes pero íntimamente ligadas entre si: sanitaria y personal. Resuelta una, lo hará la otra.
Estas mujeres ejercían su oficio generalmente obligadas (no todas, algunas llegan engañadas, otras lo hacen para conseguir un dinero rápido y volver a su origen y otras empujadas por sus propias apetencias. Hay de todo) por bandas de proxenetas (chuloputas los llamábamos en el barrio en que me crié) que las mantenían y defendían de posibles clientes violentos. Eso ya no existe. El mundo de Irma la Dulce se acabó.
Hoy es otra cosa. Estas pobres han caido en manos de las mafias, que las han incorporado como un artículo más de negocio. Armas, drogas, blanqueo de dinero….y ahora trata de blancas (y negras y chinas y de todo) y prostitución. Las mantienen con lo justo para sobrevivir, enganchadas a la droga y aterrorizadas por una salvaje violencia.
Pues aquí sólo cabe una solución. El Estado debe convertirse en protector de estas mujeres. Se lo debe. Son tan humanas como los demás. El Estado debe convertirse en controlador real y único de estas mujeres, incluyéndolas en los censos de trabajadores. IRPF, prestaciones sociales (autónomas o figura similar) y lo que deba incluirse en el Estatuto que al respecto se redacte. Fuera de la calle, deberán ejercer en centros autorizados para ello.
Se humanizará su trabajo, se eliminará este sector de negocio a las mafias y el control sanitario será exhaustivo. Es muy sencillo. No hay más que querer. Y que los funcionarios encargados de su control no hagan dejación de sus funciones por una copa y un polvo gratis.


Marzo 2010
Diógenes