viernes, 16 de octubre de 2009

NOSOTROS UPyD Lo que defendemos (Seguridad ciudadana, seguridad personal). (2)

La política surgió como consecuencia de la necesidad de regular las relaciones entre seres humanos cuando estos se unieron para defenderse de las duras condiciones del medio en que comenzó nuestra presencia en el mundo .En principio sirvió para conseguir una mera supervivencia, pero más adelante, una vez superada esa fase prehistórica, ha sido utilizada en la búsqueda incesante del bien más preciado para el hombre, la felicidad la cual, como situación perdurable, es un concepto subjetivo, pero que de alguna forma puede asociarse con otros como son paz, confianza, tranquilidad y seguridad. Bienestar social al fin y al cabo. Durante siglos así ha sido, y cada logro alcanzado por un colectivo en lo referente a sus derechos, ha supuesto una mayor cota teórica de felicidad, culminando en el sistema que llamamos democracia, que es la única forma de relación política que garantiza un régimen de libertades, seguridad personal y seguridad jurídica, sin las que no existe libertad alguna. Como veis, esto es muy teórico. Seguid leyendo y ya veremos en qué queda esto.
Seguridad personal y seguridad jurídica. Hablemos de la primera y dejemos la justicia para otro dia.
Los españoles no nos sentimos seguros. Tenemos miedo. Yo, desde luego. Vivimos con miedo. Miedo a la delincuencia, miedo a la violencia que ella genera. ¿Quién al volver del cine por la noche no trata de abrir la puerta del portal a toda velocidad, mirando de soslayo hacia atrás? ¿Paseáis tranquilamente por la noche aunque no estéis completamente solos? Probablemente no, porque sabemos el riesgo que corremos. Son demasiadas muertes, demasiados atracos en la calle, en las viviendas, demasiadas violaciones. Es demasiada violencia. Pues el miedo coarta la libertad, con miedo no hay libertad, y sin libertad no hay democracia. Así de sencillo. ¿Y lo admitimos tal cual? Pues si, porque no sabemos lo que es la libertad. Lo intuimos pero nada más, porque nos han acostumbrado a entender la democracia de una forma equivocada. Nos han enseñado a admitir situaciones que de no hacerlo podrían ser vistas como poco democráticas. Basta recordar cuántas veces se habla de “políticamente correcto”, que no es otra cosa que la aplicación torticera de la esencia de la democracia. “Políticamente correcto” es igual que “humanamente incorrecto” y aun así, no nos parece mal, porque es una enseñanza que llevamos arraigada durante décadas. Pues habrá que ir pensando en abandonar esta costumbre, habrá que ir pensando en mejorar nuestra sensibilidad democrática. En relación, entonces, con la seguridad, habrá que modificar algunos planteamientos inicialmente democráticos, algunas actitudes presuntamente democráticas, con valentía y sin complejos.
La sociedad existe porque hay normas que regulan su funcionamiento, y quienes no las cumplen, no pueden gozar de los beneficios que esta proporciona. Y esta es una idea que debería manejarse con absoluta normalidad, como medio de proteger el bienestar adquirido. Con esto, queridos míos, lo único que quiero decir es que a los delincuentes hay que tratarlos como lo que son, escoria que hay que apartar de la sociedad. Con algunos derechos (pocos), desde luego, pero no con los mismos que los de los ciudadanos respetuosos con la ley. Y por supuesto, no con más como ocurre aquí y comprobamos todos los días. Hablad con cualquier policía y a lo mejor acabáis con más miedo del que antes comentaba.
Cuando en un proceso de convivencia se experimenta una situación específica, se obtienen conclusiones pertinentes. Sin embargo, esta civilizada sociedad lleva más de treinta años aplicando un principio fundamental en nuestro ordenamiento jurídico, y es que este gira en torno al objetivo de rehabilitación del delincuente. A pesar del largo período transcurrido, no se conocen casos de rehabilitación de condenados que no hayan sido por intereses específicos. No por arrepentimiento. ¿Y El Lute qué? Pues tampoco. El Lute fue un caso que aprovechó la dictadura para enseñar a los españoles lo estupendo del sistema penitenciario de la época. Le tocó al Lute lo mismo que le podía haber tocado a otro. Entró en la cárcel sin saber leer ni escribir y a los cinco años ya era Licenciado en Derecho. Una burla a los abogados de la época. Todo el mundo alabó la situación. Normal en una dictadura. Y sería normal bajo este gobierno, porque somos tan imbéciles como entonces. Y sin embargo, no se ha publicado conclusión alguna que exprese lo erróneo del pensamiento rehabilitador. De alguna forma, el objetivo de rehabilitación de este colectivo resulta contraproducente. No nos damos cuenta de que esta situación es una de las causas, y no la menor, que provoca el estallido de delincuencia que asola este pais. La proliferación de delitos puede buscarse en este principio básico del Derecho Penal. Relajación, laxitud, benevolencia, blandura, mierda.
Es hora de modificarlo de forma sustancial. Debe ser el delincuente quien tenga miedo a la Ley, y no nosotros. Hay que trasladar el miedo de la sociedad a quienes se apartan de ella. Nadie deja de cometer delitos por convencimiento. Y la sociedad debe asumir esa idea como tal, sin sentimiento de que ello es antidemocrático, que no lo es, que no se trata más que de preservar la convivencia ciudadana, nuestra vida en paz y tranquilidad, desde luego muy importante para nosotros. ¿O no? Tampoco pedimos tanto.
¿Y qué sacamos de todo esto? ¿Conclusiones? Claro. Lo primero que hay que hacer es tirar el Código Penal a la basura sin guardar ni una sola página, y volver a redactarlo entero, íntegro, sin concesiones a extrañas comprensiones hacia maleantes de todo tipo, sin reducciones de pena, sin tratos de favor. Todo el mundo debe ser susceptible de ir a la cárcel y los primeros, los jueces que incumplan la ley.
Basta de calles y barrios y zonas y horas peligrosas. Basta de policías que compadrean con criminales. Basta de policías que avisan a ETA de que viene la policía. Basta de risas jactanciosas de los maleantes cuando los detienen y presentan ante el juez. ¿Por qué será?
A veces Madrid me recuerda la ciudad de Gotam en las películas de Batman. Sojuzgada por los malos, al final es liberada por el héroe. ¿Exagero? Quizá, pero no tanto. El problema es que aquí no hay héroes ni cosa que se le parezca. O sea, que tendremos que resolverlo nosotros. Pues venga.


Octubre 2009
Diógenes

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