jueves, 16 de julio de 2009

Para terminar con la reflexión sobre los elementos que coartan, que perjudican nuestra democracia, que la tienen hecha un asco, vamos, necesariamente hay que hablar de la monarquía, muy parlamentaria ella, pero monarquía. Y compararla con el concepto república porque me da la sensación de que algunos de vosotros andáis algo equivocados al respecto.

En 1701 arribó a España el primero de los reyes Borbones. Felipe V, impuesto por su abuelo el rey francés, se asentó en nuestro pais después de su triunfo sobre el archiduque Carlos, el otro pretendiente de origen austríaco.En la lucha, que duró 5 años, los españoles perdimos Gibraltar.
Francés de origen y de educación, siempre consideró a España como un territorio absolutamente supeditado a los intereses del rey de Francia, jefe de la familia.Y como buen francés, nunca alimentó el necesario amor a estas tierras y sus gentes, que debería haberse exigido como Jefe del Estado. No parece muy claro que sus descendientes hayan modificado sustancialmente esta postura.
El triunfo, el 13 de septiembre de 1923, de la conspiración encabezada por Miguel Primo de Rivera, supuso el comienzo del lento pero inexorable proceso de cancelación del sistema monárquico. Alfonso XIII, Borbón él, prefirió sancionar cómodamente la nueva situación en vez de enfrentarse a ella.Después de 6 años de gobierno dictatorial, en enero de 1930 Primo de Rivera presentó la dimisión. Algo más de un año después, el 10 de abril de 1931, en las elecciones generales convertidas en plebiscito contra la monarquía, Alfonso XIII perdió la corona. Dos días más tarde se proclamó la II República.
El republicanismo en España venía desarrollándose desde el siglo XIX. Obviamente, sus dirigentes lanzaban incendiarios discursos contra la monarquía desde periódicos que más semejaban panfletos. En aquellos días las asociaciones o partidos republicanos, netamente de izquierdas, propugnaban la revolución y exhibían en algunos casos tintes claramente nacionalistas. No fue igual en todos los casos. Partidos como Derecha Liberal Republicana provenían de la unión de acomodados caciques locales, tan numerosos a comienzos del siglo pasado.
El agotamiento de los ciudadanos ante la inoperancia, ineptitud, dejación de sus deberes como soberanos, el desprecio por el pueblo a fin de cuentas, de todos y cada uno de los Borbones llegados a España dos siglos antes, provocaron simpatías crecientes hacia el republicanismo en todos los estamentos sociales (excepción hecha de la aristocracia, naturalmente) hasta tal punto, que hasta los militares de la dictadura manifestaron su agrado ante este sistema de gobierno.Tanto es así que el fundador de Derecha Liberal Republicana, Niceto Alcalá Zamora, fue presidente de la República entre 1931 y 1936. No puede, por tanto, asociarse la idea republicana a la acción revolucionaria de la izquierda, sentimiento este tan utilizado por los actuales partidarios de la monarquía para acallar voces que disienten de la misma.
Sin embargo, la idea que ha pervivido en los ciudadanos españoles después de la guerra civil es la acción de gobierno surgida de la fusión de Izquierda Socialista e Izquierda Republicana, de la que el jefe de esta última, Manuel Azaña, fue presidente de la República desde febrero de 1936.
El pueblo español considera hoy íntimamente ligado el republicanismo a la izquierda radical y revolucionaria.Nada más lejos de la realidad. Como históricamente puede constatarse, en las elecciones de 1931 lo que triunfó fue el rechazo mayoritario de unas gentes que no habían encontrado en la institución monárquica otra cosa que abandono de sus funciones y olvido de las necesidades e inquietudes de los ciudadanos.
No había entonces, ni ahora, dónde elegir.Descartada la dictadura y negada la monarquía, el único gobierno democrático posible es la república, de la que es preciso eliminar toda sombra de connotación revolucionaria.
Este pueblo es democrático, profundamente democrático. Y quizá no ha reflexionado lo suficiente sobre el sentido, el significado de nuestra monarquía constitucional.
Por su propia esencia, por su mismo concepto, existen pocas instituciones más antidemocráticas que la monarquía, por muy constitucional que se apellide.Sus miembros no son elegidos por el pueblo, tal y como se expresa en el Artículo 57.1 de la Constitución. La única exigencia para ello es que se llame Borbón, descendiente de otro Borbón, y así indefinidamente.
La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad, reza el Artículo 56.3 de nuestra ley máxima. Cualquier acción o acto del monarca, sea de la condición que sea, no está sujeto a las leyes. El Rey está por encima de la ley. Esta figura no sólo no es democrática. Está, además, por encima del ordenamiento jurídico.También lo está por encima de los humanos y pretende acercarse al patrimonio del ser divino.
Resulta difícil encontrar mayor sarcasmo que un rey defendiendo la democracia. Aunque quizá si. Quizá sea peor un demócrata defendiendo la monarquía.
¿Por qué tenemos un rey? ¿Por qué se incluyó la institución monárquica en la Constitución? No eran tiempos fáciles. La izquierda había perdido el miedo al dictador, desaparecido hacía más de dos años. Por otro lado, la derecha encontró en el Príncipe el mejor modo de utilizar un elemento que creyeron conciliador. La izquierda aceptó su presencia, consciente de que Juan Carlos no ambicionaba poder sino otras cosas, por lo que jamás constituiría un baluarte a batir. Acertaron.
¿Para qué vale un rey? Parece que para hacer lo que le digan que haga. Y bien cierto que es. En los más de 30 años que lleva nombrado Jefe del Estado, no ha habido ni una sola ocasión en que su opinión haya sido diferente de la del Presidente de turno. Quizá es que no tiene opinión. O quizá es que los asuntos de España y los españoles le importan tan poco como a sus ilustres predecesores. Si así ocurre, no parece que exista motivo alguno para mantener una institución tan ineficaz e inoperante. Alguien podría argüir que nuestro soberano es el mejor embajador de este pais. Nada más incierto y quien así lo exponga, lo sabe. No hay más que oírle hablar.
El nefasto ejemplo ético, social y moral exhibido por algunos miembros de casas reales europeas, no es más que una manifestación del sentimiento íntimo de superioridad que albergan. Ello les permite mostrar impúdicamente escándalos de todo tipo, importándoles un rábano la opinión del pueblo.Nada les preocupa. Se consideran fuera del alcance de críticas y comentarios.Viven y se desenvuelven en un contexto superior a la propia democracia.Pues sin establecer un paralelismo directo en lo que a ejemplo social se refiere, en las abundantes entrevistas concedidas, jamás se ha visto a su Majestad (¡qué solemne extemporalidad! ¡Oh mi Señor!, cuántas gilipoyeces somos capaces de admitir) mostrar su preocupación por los menos favorecidos, ni por los demás tampoco, y son su pueblo, a quien debería amar y proteger en la medida de sus posibilidades, alertando al gobernante para la provisión de medidas encaminadas a mejorar su situación. Igual habla de la unidad de España que sonríe a quienes tratan de destruirla. Igual reflexiona sobre valores cristianos que sobre alianza de civilizaciones. ¿Dame pan y llámame tonto? Y eso quién lo sabe. Lo que si se sabe es que demuestra menos motivación con los deberes a que le obliga la Constitución, que a otras cuestiones.
¿Y nuestra princesa Letizia? ¿se llama así? ¿no te has equivocado? En absoluto. Ese es su nombre. ¿Y es española? Claro. Vaya. Pues lo que digo, que poco antes de enlazar con nuestro Borbón joven, parece que prestó su cara (menuda cara) a un pintor mejicano que estaba pintando un desnudo. ¿Y qué? ¿Nos importa algo? En absoluto. Entre otras cosas porque a los españoles cada vez nos importan menos cosas. No nos quejemos después.
La democracia se alimenta de democracia. El republicanismo como concepto es lo mismo que no ser nada a nivel político. No es un compromiso. No es una ideología. Al republicanismo se llega por rechazo de otras formas no democráticas. No es más que un sistema de gobierno igualmente válido para cualquier opción política. Es indiferente que las ideas se acerquen a la derecha o a la izquierda para comprender que el único sistema democrático para regir un pais se llama república. Y ningún otro.
Esta (y la anterior) características de nuestra democracia son, como veis, constitucionales. Hay otras, ya lo comprobaréis. Pero estas son estupendas. Hacemos una Constitución para tener democracia y desde la primera le metemos mano a la segunda a ver si nos la cargamos. ¿Los Padres de la Constitución? Bien, gracias. Mira que si no saben lo que es democracia. A lo mejor, si, pero no mucho. Pues que nadie se angustie, que no cunda el pánico. Desde aquí se lo enseñaremos.

Julio 2009

Diógenes

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